martes, 28 de junio de 2011

Y llegó el verano, las vacaciones estudiantiles, y con ellas, como siempre, los amores veraniegos, que duran menos que los fuegos artificiales de la noche de San Juan. 

Todos desesperan por encontrar algo a lo que agarrarse, ya sea por estos tres meses, por una noche, o por un rato. Cada noche parece salida de una escena de final de curso de un bodrio americano. Y yo... yo sigo sin dueño.

Alejado del mal, ajeno al corazón, más atento del momento que de costumbre, riendo hasta no poder respirar, cogiendo aire, engullendo lo que nunca pensé que tendría, recobrando amistades pasadas y labrándome alguna que otra nueva, hasta hoy todas ellas geniales, en resumen: siendo feliz, no me hace falta amar para serlo, ya dejé atrás esa época, poco a poco he entornado la puerta, hasta que hoy, la he cerrado por completo. Ahora hace falta mucho más que una llave para abrirla. 

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