lunes, 20 de junio de 2011

Volar.

Si el planeta fuera lo único que se muere por la contaminación sería el menor de nuestros problemas, pero la dura verdad es que lo más contaminado son las almas. Observa atentamente, ¿qué ves por la calle? ¿O quién? Yo sólo veo banalidades, relaciones de plástico, cada persona un islote, fracaso de sociedad, todos vacíos por dentro, ni afecto ni odio, ni alegría ni tristeza, y todas las sensaciones existentes son necesarias en igual medida en esta vida. Veo un mundo que se desmorona y se cae a trozos, veo miradas perdidas que no van a ningún sitio, gente tirada en la calle, rencor hacia gente que busca futuro, escucho teléfonos sonar, coches acelerar, alguna miniatura de persona llorar (de esas que viven la vida de verdad), toco las paredes ya calientes por el Sol caluroso de verano y olfateo ese olor a contaminación tan característico, olor a aceite quemado, a alma chamuscada.
Por suerte aún quedan almas buenas y puras, alejadas de la contaminación, limpias, que huyen de la polución, por supuesto, si me conocéis, sabéis que no hablo de mi alma.

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