miércoles, 23 de mayo de 2012

Pt. II

Sales del salón, vas a la habitación, te quitas las zapatillas y te pones las chanclas, con los calcetines puestos queda muy japones, enciendes el ordenador y mientras carga vuelves a quitar la mesa,recoges todo, vas a la cocina, lo dejas todo destartalado, después de unos cuantos viajes, buscas algo de postre en el frigorífico y vuelves a tu habitación, mientras te lo comes, buscas alguna conexión con quién sea, lees algún comentario estúpido que te hace reír y poco más, te avisan los de siempre, los únicos que se preocupan por ti, para jugar, no tienes nada más divertido que hacer así que aceptas, pasas un rato, una hora, o varias enganchado a esa mierda que te consume, decides hacer algo provechoso así que vuelves a la cocina a comer y beber algo antes de ir a entrenar. Te preparas todo, el judoki, ropa interior limpia, desodorante, toalla, chanclas, el móvil, la cartera. Vuelves a salir, otra vez el mismo camino monótono, igual que siempre, hasta el gimnasio, te preparas en un vestuario encharcado que huele a podrido, subes, saludas a todo el mundo, hablas con la gente, entrenas con tus amigos, aprendes cosas distintas, algo que te gusta y te llama la atención, disciplina, algo que a muchos les falta. Después de dos horas sin parar, acabas de entrenar.Bajas a las duchas y te metes bajo el grifo, relajas, respiras, piensas, te duchas y te vas.
Sales a la calle, ya es casi de noche, lo único que ha cambiado en horas, vuelves de camino a casa pensando en tus cosas, el camino se te hace muy corto, porque vas relajado a la vez que cansado y hambriento, esquivas un peatón, te cuelas entre un par de filas de coches en un semáforo y en un abrir y cerrar de ojos estás en casa.
Sales del portal, subes a casa y te espera una cena fría, tiendes la toalla húmeda, deshaces la mochila y te pones cómodo, vas a cenar, sólo, como todos los días que entrenas, vuelves a quitar todo lo que sobre de la mesa. El resto de la historia se resume en conectarte al ordenador, hablar con los pocos que te soportan, ver las páginas que te interesan, y irte a dormir, tras dos horas moviendo el cursor sistemáticamente por la pantalla para hacer lo mismo: nada.
Sales de la ropa, te metes en la cama, intentas dormir, das una vuelta, tienes calor, te destapas, te da frío, das otra vuelta y te vuelves a tapar, las cuatro de la mañana, sigues girando pensando en por qué no puedes dormir, por qué no puedes aguantar más de treinta segundos tumbado de costado derecho en tu propia cama sin tener pesadillas, cuando en cualquier otro sitio del planeta da igual, las seis de la mañana. Duermes.

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