miércoles, 5 de septiembre de 2012

CIUDAD


El Sol cae en la ciudad y con ello se lleva el calor a otro lado del globo terrestre, antes de que desaparezca ya se ve La Luna en la parte de cielo más oscura. Las últimas luces se ven desde los puentes que cruzan la carretera que te aleja de lo que más quieres. Con la bajada aparece todo, la ciudad cobra vida con la brisa nocturna, despega una larga noche, las calles se llenan de movimiento, de faros de coches, de ruido innecesario que satura los sentidos. Nunca ha habido nada más silencioso que una ciudad calurosa al mediodía, siempre falta de gente y sonido que la llene.
Las sombras se alargan hasta el infinito y aparece algún que otro punto luminoso en el cielo, con un poco de suerte podrás ver alguno, es lo único que no me gusta de la ciudad, que apenas hay estrellas dentro de ella, cuesta muchísimo verlas.
La metrópolis está llena de caras inertes, alegres, niños y ancianos curiosos, cada persona tiene su misterio, cada una tiene una historia que contar, hay tantas historias entrelazadas como vidas.
La carretera del puente recorre toda la ciudad, de manera radial es accesible y visible desde todos los puntos, sus ocho carriles la hacen una serpiente de acero, hormigón y asfalto. Cruzandola puedes ver las chimeneas de la zona de la industria, donde se produce la mayoría del ecosistema muerto de la ciudad, toda esa polución que nos llena los pulmones y nos destroza por dentro, pero la cual necesitamos. También puedes ver los rascacielos de la zona centro, en los días nublados cuesta distinguir el final de un par de ellos, bonitos gigantes de cristal o visto de otro modo, vigilantes de la sociedad que está abajo esclavizada pero lo más destacable es lo que ves justo en dirección contraria de los rascacielos. Los suburbios se extienden a lo largo de kilómetros, cientos y cientos de bloques prefabricados invaden un lado de la calzada, forrados con aparatos de aire acondicionado, algunos con pintadas y graffitis dignos de los mejores museos del mundo, cada cierto numero de bloques se alzan aparcamientos tan grandes que te sería imposible contar los coches que lo ocupan.
La pobreza a un lado de la carretera, la riqueza al otro lado de la carretera, pero¿qué pasa con los que están en la carretera? Ellos son el todo, los pobres y los ricos, la clase media, las personas bondadosas y los psicópatas, no hay diferencia, desnudos todos son iguales, no importa como se muestren al exterior, tampoco su interior es vinculante. Acaba por ser totalmente irrelevante, todos enfermamos, todos necesitamos pulmones para respirar y ojos para ver aunque veas todo el mundo en viajes, o a tus hijos al llegar a casa después de una jornada de trabajo, no importa.
La ciudad es la misma para todos. Mismas calles, mismas avenidas, mismas aceras, misma carretera, sin distinciones, sin marginaciones. Ha sido así siempre, desde las primeras civilizaciones, hasta hoy.

Hoy… Mañana quién sabrá…

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