martes, 7 de febrero de 2012

Verano empezó a aullar.
El maestre Luwin se interrumpió, sobresaltado. Entonces, Peludo se levantó y aulló a coro con su hermano, y el corazón de Bran se llenó de temor.
-Ya viene- susurró con la seguridad de la desesperación. Comprendió que lo había sabido desde la noche anterior, desde que el cuervo lo llevó a las criptas para despedirse. Lo había sabido, pero se negaba a creerlo. Deseaba que el maestre Luwin tuviera razón.
<<El cuervo- pensó-, el cuervo de tres ojos.>>
Los aullidos cesaron tan bruscamente como habían comenzado.
Verano caminó hacia Peludo y empezó a lamer el pelo ensangrentado del cuello de su hermano. En la ventana se oyó un revolotear de alas.
Un cuervo se posó sobre el alféizar de piedra gris, abrió el pico y lanzó un graznido ronco, áspero.
Rickon se echó a llorar. Las puntas de flecha se le fueron cayendo una por una de la mano. Bran se acercó a él como pudo y lo abrazo.
El maestre Luwin miró al pájaro negro como si fuera un escorpión con plumas. Se levantó despacio, como un sonámbulo, y se acercó a la ventana. Silbó, y el cuervo saltó para posársele en el antebrazo vendado. Tenía sangre seca en las alas.
-Un halcón- murmuró Luwin-. O quizá un buho. Pobrecillo, es increíble que haya llegado.- Cogió la carta que llevaba atada a la pata. Empezó a desenrollar el papel. Bran se dio cuenta de que temblaba.
-¿Qué dice?- preguntó mientras abrazaba a su hermano aún con más fuerza.
-Ya sabes qué dice, chico- dijo Osha, con voz no exenta de cariño, y le puso una mano en la cabeza.
El maestre Luwin alzó la vista hacia ellos, conmocionado. Era un hombre menudo, canoso, con la manga de la túnica de lana gris llena de sangre, y lágrimas en los ojos también grises.
-Mis señores- les dijo a los niños con voz ronca, ahogada- Tenemos... tenemos que buscar un buen escultor que conociera su rostro...

( Canción de hielo y fuego /1 )

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